El proyecto: construir un mundo mejor
"Nuestro propósito es sencillo. Estamos aquí para construir un mundo mejor."
Imagínate viviendo en la España de postguerra. Imagínate viviendo en una sociedad herida, fracturada, que lucha por levantarse y sobrevivir.
Esta es la España en la que crecieron las fundadoras de nuestro colegio, María Vicent y María Aparicio. Dos mujeres emprendedoras, valientes y comprometidas a las que solamente movía un único sueño: construir un mundo mejor. ¿Y cómo construir un mundo mejor? Formando gente que sea capaz de hacer mejor el mundo
La historia del colegio Domus es la historia de ellas, la historia más reciente de España y la historia de todos nosotros.
Como si de una premonición se tratase, María Vicent y María Aparicio se conocieron en el colegio y sus valores y visión del mundo las mantuvieron unidas durante el resto de sus vidas. Una vida con luces y sombras, pero llena de actos de generosidad.
Conforme avanzaban los años iban creciendo sus convicciones y durante su etapa universitaria se afianzaron sus creencias. Durante años, se habían significado por su compromiso católico y fue en esta época cuando conocieron a Don Antonio Rodilla, líder del sindicato FREC (Federación Regional de Estudiantes Católicos) y a Don Eduardo Poveda, futuro arzobispo de Zamora, dos hombres que se convirtieron en figuras clave tanto para ellas, como para el colegio; pasando a ser los mentores de nuestras fundadoras, animándolas y aconsejándolas en cada situación complicada.
En 1936 estalla la guerra civil española e inevitablemente se ven obligadas a pasar un largo año escondidas, un largo año con sus 365 días y sus respectivas noches, en una habitación en la ciudad de Castellón llamada "la Domus".
Pero la situación se iba recrudeciendo y es entonces cuando se ven abocadas a huir todavía más lejos de su querida ciudad. Primero buscan refugio en Barcelona, después en Marsella, más tarde en Carcassonne, pasando por muchas otras ciudades, para finalmente terminar en Zaragoza.
Después de este obligado periplo, por fin, termina la guerra y vuelven a su querida Valencia. Una Valencia a la que ya no reconocen porque la guerra le ha robado su identidad.
Encuentran una ciudad devastada, amigos y familiares desaparecidos, niños y niñas que habían visto comprometida su educación. La destrucción de edificios escolares, la falta de profesorado, su formación académica y su necesidad por contribuir en la reconstrucción de su amada ciudad las llevó a una tomar una decisión clara: fundarían su propio colegio. Pero, ¿cómo llevarían a cabo esta inmensa tarea, dos mujeres jóvenes, sin orden religiosa ni institución pública que las avalase, en el año 1.939? Pues con mucho coraje, valentía y empeño. Don Antonio Rodilla vuelve a aparecer de nuevo en sus vidas y lo hace de manera decisiva, ya que es él quien les anima y ayuda a llevar a cabo esta complicada tarea.
Y, por fin, en 1.939 las armas dejan paso a las letras porque solamente siete meses después de que finalizara la contienda, en el emblemático barrio de Sant Bult de Valencia, nace la Institución Cultural Domus.
Domus, un nombre repleto de simbolismo, un nombre que hace homenaje al lugar que les acogió y les dio calor en el momento más difícil de sus vidas. El sentido homenaje de nuestras fundadoras a la fraternidad y caridad cristiana. Con más coraje que recursos, las fundadoras inician su proyecto con un capital de 7.000 pesetas, capital que cubría únicamente los gastos de un mes. Y así es como Domus comenzó a caminar, como un colegio fundado por mujeres para mujeres. Una Institución que aspiraba a convertir a la mujer en una "mujer social", enraizada en profundas costumbres cristianas pero preparada académicamente para desplegar todo su potencial más allá del hogar.
Empezó el primer curso con 23 alumnas, y al final de ese año ya eran 112. El colegio avanzó, con mucho esfuerzo pero sin desviarse de su objetivo, durante una década, y en los años cincuenta se había consolidado como lugar de referencia en el panorama educativo de la ciudad.
Sin embargo, el 14 de octubre de 1.957 se produce la catástrofe de la Riuà de Valencia. Cuando las fundadoras llegaron al colegio, encontraron un cartel en la puerta que decía: "Prohibida la entrada. Ruina inminente.". Durante meses lucharon para recuperarlo y poder rehabilitarlo pero no pudieron ganar batalla y tuvieron que buscar otro lugar.
Definitivamente Domus se trasladó a un edificio con un toque industrial, pintoresco y muy diferente, situado en la calle Cuenca de Valencia. Y así es como llegaron los años 60, la ciudad crecía y Domus lo hacía con ella trayendo consigo una de las épocas más doradas de la Institución.
El colegio celebraba sus bodas de plata, seguía destacando como Institución cultural y se seguía materializando la buena relación entre profesoras, padres y alumnas, dos sellos de identidad con los que cuenta Domus desde su inicio.
Sin embargo, el proceso de expansión y remodelación urbanística que vivía Valencia unido al éxodo rural, terminó por afectar a la ubicación del colegio. Otra vez, los acontecimientos afectaban de lleno a nuestra historia. Entonces, las fundadoras buscaron una ubicación definitiva, un lugar donde poder continuar construyendo esa gran familia sin más obstáculos.
Finalmente, el municipio de Godella fue el escogido para albergar la sede definitiva del colegio. Un terreno con más de 14.000 m2, colindante con un precioso campo de naranjos, donde poder plasmar como en un lienzo todas sus ilusiones. En esta etapa de Godella es donde se producen dos de los hitos más importantes de la historia del colegio.
El primero, representa esa capacidad de adaptación y modernización que Domus lleva como bandera y conserva en su ADN desde el inicio del proyecto, al convertir al colegio en colegio mixto.
El segundo hito se produce cuando fallecen las fundadoras. Años antes de hacerlo deciden que deben pasarle el testigo a alguien, que deben encontrar a las personas más capaces para continuar con su obra. Para ello, buscan entre sus mejores alumnas. Elvira Bendicho y Encarna Andrés son las llamadas a desarrollar esta tarea, dos alumnas que sentían la obra de Domus como algo suyo.
Finalmente, en 1.979 aparece de nuevo la figura de uno de sus mentores, Don Eduardo Poveda, que les apoya en la decisión de reconvertir el colegio en una Fundación. Hemos explicado repetidas veces a lo largo de esta historia la gran generosidad que definía a nuestras fundadoras, pero como las cosas se demuestran con actos y no con palabras, aquí es donde se produce esa acción culmen que representa su inmensa generosidad. Constituyen la Fundación y aportan para que sea viable todo el patrimonio del colegio, un patrimonio que habían construido con sus propias manos, durante toda su vida. Toman la decisión de no quedarse con nada porque piensan que es la mejor forma de que el proyecto perdure.
Y como las buenas obras siempre obtienen su recompensa, la estela de las fundadoras se extiende hasta nuestros días.
Los valores que transmitieron desde el inicio, valores de cristiandad, ayuda, compañerismo, solidaridad, modernidad, progreso e innovación llegan hasta nuestros días impregnando cada acción, cada decisión y cada paso que se da desde el colegio Domus.
Hoy, la sociedad española no es la misma que hace 78 años, ni el colegio, ni los alumnos, ni los profesores, pero sí que lo es la obra, el sueño de las fundadoras y el objetivo.
Porque lo más importante es lo que son los alumnos, en lo que se convertirán y lo que lograrán cuando salgan por la puerta. Porque ellos son nuestro proyecto, nuestra mejor garantía y nuestra mayor recompensa.
Cambian las personas pero pervive el proyecto, el proyecto de construir un mundo mejor.